jueves, 13 de enero de 2011

el cine en los años 30

En Europa el panorama es amplio, disperso, heterodoxo y muy rico a nivel artístico. El nacimiento del cine sonoro y la rápida capacidad de adaptación que el cine norteamericano había demostrado requirieron la reacción de Europa para ponerse a su altura. A principios de los años treinta la cinematografía alemana era la única industria capaz de competir con el cine norteamericano. En 1933, con el advenimiento de los nazis al poder, la poderosa industria cinematográfica alemana queda desmantelada: muchos de sus profesionales, de origen judío, se ven obligados a salir del país y emigran al resto de Europa y, sobre todo, a Estados Unidos. A partir de 1933 en Alemania quedan sólo algunos cineastas adeptos al nuevo régimen, como Leni Riefenstahl.
   Con la cinematografía alemana en crisis, el cine francés se convierte en el más importante en Europa. Aunque había perdido su inicial posición a la cabeza del cine universal tras la desaparición de Pathé-Gaumont, Francia seguía teniendo la industria cinematográfica más sobresaliente del Viejo Continente. Allí encontramos a directores vanguardistas y a otros que cultivan un cine más convencional; perviven y se consolidad clásicos procedentes del período mudo (Jean Renoir, René Clair, Jean Vigo…) y surgen nuevos nombres. Al público francés le gustaba mucho su propio cine, lo cual ayudó bastante al desarrollo y a la consolidación de la industria cinematográfica francesa como la única en Europa capaz de oponerse un poco al predominio norteamericano.
   La cinematografía británica siempre ha sido mantenido estrechas colaboraciones con Hollywood, con un intercambio constante de técnicos, directores, guionistas y actores. En los años treinta, las figuras más importantes son Alfred Hitchcock y Alexander Korda. No obstante, la poderosa llamada de la industria Hollywoodiense acabaría por atraer a Hitchcock, quien previamente realizó películas en su etapa británica como Treinta y nueve escalones (1935). A demás, los treinta confirmaron que los británicos eran ya entonces unos maestros del documental y del cine informativo, con el saber hacer de directores como Robert Flaherty.
   En cuanto a Italia, en un contexto político marcado por el régimen fascista de Mussolini, su cinematografía se ve marcada con un cariz propagandístico, lo que impide que florezca como en países vecinos. No ocurre lo mismo en la Unión Soviética que, a pesar de las imposiciones ideológicas del régimen, los cineastas logran desarrollar su trabajo con mejores frutos. No obstante, la presión política ejercida sobre los creadores obliga en ocasiones, por ejemplo a ensalzar la figura de Stalin.
   En otros rincones del mundo la historia del cine también sigue su curso, aunque sin mucha repercusión en Europa o Estados Unidos. El cine japonés es prácticamente desconocido en Occidente en aquellos años, aunque la década de los treinta ya cuenta con autores importantes. No será hasta décadas después cuando el cine japonés u oriental comience a expandirse por el resto de culturas y a influenciar las maneras occidentales de hacer cine.

el cine en los años 20

Como en ninguna década anterior, la del 20, evidenció la presencia de una cultura de masas. En esos años, la cultura popular fue conmovida intensamente por lo sistemas de producción en cadena, los nuevos medios de comunicación y un consumo cada vez mayor.
No solo fue afectada la cultura popular sino, simultáneamente, la alta cultura y la marginal.
Ahora, eran millones las personas que podían acceder a la música y la literatura, aunque éstas le llegaran en formato vulgar, simplificadas, a través de la radio, la prensa masiva y el cine.
Tanto ricos como pobres, patrones y empleados, ocupaban miles de salas cinematográficas, cada vez más espaciosas, para fascinarse con artistas que, desde la pantalla, aparecían con faldas arriba de sus rodillas, e, incluso, con un cigarrillo en la mano.
En los EEUU. personas de todas las clases sociales concurrían a los bares nocturnos de las principales ciudades a escuchar jazz, la nueva música, identificada con la rebeldía hacia la música tradicional y burguesa, e interpretada por artistas de color, que, como Luis Armstrong, alcanzaron niveles de popularidad desconocidos.
El béisbol, basquet, boxeo, y el fútbol, tanto en los EEUU, los tres primeros, y en Europa, los dos últimos, se convirtieron en multitudinarios, movilizando a cientos de miles de espectadores.
La cultura de masas ofrecía la ilusión de la inclusión, es decir, permitía, y permite que cualquier individuo, aún los más desfavorecidos económica y socialmente, puedan, aunque más no sea por unos instantes, sentirse partícipes de un evento colectivo, o de un sueño imposible.
El cine creció al conjuro de la cultura de masas, fue influido y potenciado por ésta, y, a su vez, contribuyó a consolidarla, convirtiéndose en una sus soportes más potentes y gravitantes.

lunes, 10 de enero de 2011

El origen del cine.

La aparición del cine ocurre el 28 de diciembre de 1895, y se atribuye a los hermanos Lumiére, que proyectaron imágenes en movimiento frente a un auditorio. El suceso provocado por el invento, llevó a una rápida evolución del mismo, y para 1899, ya se había producido un filme de 15 minutos.
El cine es una técnica de proyectar fotogramas en una secuencia rápida que simula el movimiento. La palabra cine, viene del griego y significa movimiento.
Georges Méliés
Historia y origen del cine
 
El origen del cine se remonta al 28 de diciembre de 1895, cuando los hermanos Lumière, proyectaron imágenes en movimiento frente a una audiencia. También produjeron una serie de cortometrajes documentales que tuvieron gran éxito en su momento, con temáticas como obreros a la salida de una fábrica, un jardinero regando el césped, la olas rompiendo en la orilla. Su cortometraje más impresionante fue el de un tren del correo avanzando hacia el espectador, lo que producía gran conmoción en el público.

 David Wark Griffith

Uno de los más grandes directores de todos los tiempos, e importante precursor arte cinematográfico, es sin duda David Wark Griffith. Nació el 22 de enero de 1874 en Kentucky, Estados Unidos. Los primeros años de su vida, estuvieron marcados por los restos de un pasado victorioso, tradiciones, y la ruina física y moral de su familia, originada, entre otras circunstancias, cuando su padre, Jacob Wark Griffith, se estuvo en las filas del ejército norteamericano durante la guerra contra México, y en la Guerra de Secesión (1861), y al resultar herido en batalla, se vio en la necesidad de regresar al hogar, y enfrentarse a la miseria arrastrada por cinco años de guerra.
A lo largo de su vida, David W. Griffith desempeñó diversas ocupaciones, entre las que se conocen, fue elevadorista, vendedor de libros, y escritor de poemas, pequeñas obras de teatro, entrevistas y artículos periodísticos, que publicó en el Louisville Courier Journal.


Con el tiempo, sus aspiraciones artísticas lo llevaron a tomar clases de canto y formar una compañía de teatro, con la que representó obras de su autoría. Tiempo después, resuelto a seguir en camino del arte, y a pesar de la desaprobación de su madre, ingresó como actor en la compañía teatral Meffer Stock, interpretando pequeños papeles en el Theatre de Louisville, y utilizando el seudónimo de Lawrence Griffith (con dicha compañía recorrió la unión americana, durante diez años).
En 1903, el cine norteamericano era una floreciente industria. Para aquel tiempo, Edwin S. Porter, quien inició el género del western con su película El gran robo del tren (The great train robbery), era considerado como el principal realizador de la época; razón por la cual, Griffith decidió visitarlo para ofrecerle nuevos argumentos, y pese a que en el primer acercamiento fue rechazado, pronto consiguió un empleo como actor en el siguiente film de Porter. Su aparición, todavía utilizando su seudónimo, consistió en hacer, en una escena, el rescate de un niño de las garras de un águila.
Ya en 1908, Griffith llegó a los estudios Biograph, en Nueva York, en un momento en el que la compañía carecía de un realizador que ocupara el lugar dejado por Mc Cutcheon. Dicha vacante le fue ofrecida por cincuenta dólares semanales, más porcentaje de ganancias, si su desempeño era satisfactorio; esto constituyó su debut como realizador, en un tiempo en que la Biograph producía una o dos películas por semana.
En tanto, Porter experimentaba en un intento de renovación, sin embargo sus cintas eran acartonadas y excesivamente teatrales; la cámara permanecía estática, y los actores debían moverse en forma horizontal frente a ella, y las escenas empezaban con una entrada y terminaban, indistintamente, con una salida. En cambio, Griffith recurrió a temas increíblemente variados: retomando a escritores como: Alfred Lord Tennyson, Leon Tolstoi, Guy de Maupassant, y Edgar Allan Poe. En los años que estuvo en la Biograph, su mayor logro fue el asimilar los experimentos de otras escuelas y realizadores, y lograr sintetizarlos en un sistema dramático de montaje.
Mientras exploraba el lenguaje del cine, también descubrió a muchas estrellas de la naciente industria fílmica norteamericana, entre las que se encuentran: las hermanas Lillian y Dorothy Gish, Mae Marsh, Blanche Sweet, Michael Sinnott, (cómico canadiense imitador de Max Linder, mejor conocido como Mack Sennett), y muchos más. Pero su descubrimiento más importante, fue una niña de bucles dorados, ojos azules y rostro aniñado, que debutó bajo sus órdenes a los 16 años, en The violin maker of Cremona (1909); su nombre era Giadys Mary Smith, y fue conocida artísticamente como Mary Pickford, quien pronto se convertiría en la novia de América; una niña adorable que escondía a la astuta mujer de negocios que sería años después.